Viajes
Una escuela que transforma
La emoción de “emprender viaje”, nos permite educar desde lo experiencial y emocional, no solo desde lo informativo y cognitivo. Desarrollar seres humanos conscientes de sí mismos, del otro y del medio en el que viven. Preparar personas pensantes, reflexivas y conectadas con sus emociones.
Gabriela Dupin
Proyectos Educativos y Comunicaciones Digitales
Cada salida de la escuela es también un viaje hacia el mundo interior, una oportunidad para buscar los sueños, para encontrar la sintonía con la naturaleza, para escuchar el ritmo de la gente y su cultura, para explorar talentos y habilidades y para bucear en las pasiones como energía movilizadora. Salir del aula, de la escuela, nos permite formar “para ser libres” desde la fuerza de voluntad y la responsabilidad.
Los viajes son formas de aprendizaje a través de la experiencia directa con la realidad, permitiendo a los estudiantes, desde su más tierna infancia, encontrar sentido y trascendencia a lo que hacen. Los paseos, las visitas y los viajes educan en el mirarse hacia adentro, permitiendo buscar desde el interior de uno mismo la comprensión hacia afuera. Son una forma de educar desde un sentido social y participativo, desde lo simple y cotidiano.
La neurociencia enseña hoy que el binomio emoción-cognición es indisoluble, intrínseco al diseño anatómico y funcional del cerebro. Los seres humanos no somos seres racionales a secas, sino más bien seres primero emocionales y luego racionales. Y, además, sociales. La irrupción del aprendizaje social y emocional supone hoy un compromiso. Estamos más conectados que nunca, somos más sociales que nunca, tenemos en nuestras manos las herramientas para mejorar nuestro aprendizaje social y emocional, y empatizar con nuestro entorno.
La educación emocional implica dominar cinco habilidades fundamentales, las denominadas competencias emocionales. La “conciencia emocional”; para poder reconocer las emociones y sentimientos que nos afloran. Luego, lejos de reprimirlas, debemos aprender a “regular las emociones” tanto en situaciones favorables como adversas.
La inteligencia emocional también se construye con dosis de empatía, de saber ponerse en la piel de los demás y “comprender los sentimientos ajenos”. Ello nos lleva a su vez a otra competencia, las “habilidades sociales”, el saber tratar con quien nos rodea y establecer lazos sanos y duraderos. El último ingrediente para consolidar la inteligencia emocional consta de aquellas habilidades que promueven la construcción del “bienestar personal y social”.
Hemos descubierto por fin la prioridad que debemos otorgar al aprendizaje emocional, y sabemos que las competencias emocionales deben ser desarrolladas a través de la educación, en la familia pero también, inexcusablemente, en la escuela. Adquirir todas estas habilidades es algo que hay que hacer cuanto antes!
Los viaje, y toda “escapada” de la escuela, entran de lleno como un factor indispensable del crecimiento personal; ya sea que estemos frente a un recorrido por nuestra propia ciudad, una visita a un museo, una jornada al aire libre, un encuentro deportivo o viajes más largos que nos ponen en contacto con otra historia, otra cultura, otra naturaleza. Nuestros estudiantes aprenden en movimiento, las salidas son motores y catalizadores de importantes aprendizajes, en una intensidad muy superior a la que se produce en nuestra realidad cotidiana. El autoconocimiento, el desarrollo de la madurez, el fortalecimiento de las habilidades sociales, incluso los conocimientos interculturales, son enseñanzas que no están en los manuales, ni que se pueden explorar en el aula; por eso no olvidamos mezclar, todas las veces que nos es posible, la teoría de los libros con la inestimable riqueza que nos aporta la experiencia de salir de la escuela para aprender.